La otra cara del caudillo by Ángel Viñas

La otra cara del caudillo by Ángel Viñas

autor:Ángel Viñas [Viñas, Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2015-09-01T04:00:00+00:00


5[1]

Franco se hace millonario en la guerra y en la posguerra de la represión

NORMALMENTE LOS HISTORIADORES, profranquistas y antifranquistas, inducen ciertos rasgos del comportamiento del Caudillo a través del análisis crítico, en mayor o menor medida, de la documentación de archivo. Esto es lógico porque Franco no dejó memorias y tampoco escribió libros (salvo, al menos, dos) en los que reflejase ciertos sentimientos. Francisco Serrat comprobó que Franco tenía al principio cierta aversión a poner su firma en muchos documentos.

Para el historiador empírico, la EPRE más satisfactoria es, por supuesto, la directa. Una de las más utilizadas son los muy abundantes discursos y declaraciones a los medios de comunicación, pero no siempre reflejan los propósitos subyacentes. Se hacen para conseguir un cierto efecto y no otro. En el primer capítulo acudí a los Apuntes y argumenté que, por desgracia, han sido infrautilizados en la historiografía o, con frecuencia, utilizados sesgadamente. Una notable excepción es Paul Preston. Por lo demás, está por ver el dictador, antiguo o moderno, que haya trompeteado a los cuatro vientos lo que se oculta detrás de sus proclamas.

AFIRMACIONES TAJANTES Y PROYECCIÓN

El tema objeto de este capítulo no ha sido tratado documentalmente en la literatura salvo por un periodista. Algo sorprendente. Payne/Palacios dedican cierta atención a algo paralelo pero son tan sesgados que eluden con sumo cuidado investigar en los orígenes de la fortuna de Franco y ni siquiera profundizan mínimamente en lo que «revelan». Para mi análisis he podido basarme a diferencia de ellos en EPRE que, por fortuna, emana directamente de una de las personas más allegadas a Franco desde el principio. No de Serrano Suñer, que buscó hasta cierto punto «vengarse» de su cuñado una vez fallecido al disputarle «méritos» de cara a la «no beligerancia» durante la segunda guerra mundial. Mi testigo de cargo es un pariente de sangre, no un pariente político.

Se trata del teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, cuyos dos libros de memorias han sido utilizados, no siempre con la necesaria prudencia, por numerosos historiadores. También por quien esto escribe aun cuando, en ocasiones, he manifestado que es preciso abordarlos con cierto grado de escepticismo. Demostraré en este capítulo que no me equivoqué en absoluto al recomendar cautela. Lo que aquí sale a la luz, y en lo que el entonces coronel Franco Salgado-Araujo desempeñó un papel estelar, no aparece para nada en sus dos gruesos volúmenes. No creo dar un salto metodológico y hermeneútico al considerar que lo que no puso en negro sobre blanco es tan representativo, o más, del sentir y/o actuar íntimos de Franco que lo que escribió en tales obras[2].

Del Caudillo se han dicho muchas cosas, buenas y malas, pero no se le han adscrito por lo general el tipo de comportamientos que examinaré en este capítulo. Son documentables. Su exégesis permite aceptar el famoso dictum de Rosa Luxemburgo. Ya nos servimos de él en otro capítulo. Luxemburgo, al tomarlo de una afirmación del líder socialista alemán Ferdinand Lassalle, acentuó que la actuación más revolucionaria estriba en decir siempre y en voz muy alta lo que es[3].



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